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sábado, 4 de junio de 2011

Música de jazz

Dime viento helicoidal, viento de un África pura rodado
por el océano,
compases sin normas, notas de creación que abarcan pájaros,
teléfonos, inacabables orillas,
di cómo fuiste aquel fuego propagado y cómo de ti nació
la calle verdadera.

Música de jazz
con cuerpo de hombre más grande que el hombre,
llegaron tus poros al alba de los muelles
y nacieron nuevas jornadas,
los bares abrían las puertas a todos,
se desnudó la seda
y el sonido trepó al terciopelo, a sábanas limpias
con hierba de humo azulado.

Música de jazz con manos, nervios, encéfalos,
vibráfonos y saxofones, mástiles libres,
migratorias guitarras, trompetas y flautas,
milenios de percusión.

Música de jazz negra y blanca a la vez
como el teclado del piano,
ella lavó la sangre del esclavo,
hizo que Europa y América unieran fronteras,
fue reversión
y los cuerpos se inundaron con ambas salivas.

Es el jazz irremediable, alma loca, cuerpo inerte
que se avienta al exorcismo,
al candombe de la máscara, la explosión del vudú,
la macumba y sus éxtasis,
todo animismo como un soplo primigenio,
la entera improvisación como si el mundo naciese.

Es el jazz musa de pulso limpio, transformadora
de noches, sonidos de la epidermis
y del sentido interior.

Música siempre vívida, nunca petrificada
y más que eso, es instinto y existencia
que palpitan al unísono en un eco de alma pura.


Copyright Daniel Vega. Otros poemas

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