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martes, 18 de octubre de 2011

MEMORIA DE LA RÍA DE AVILÉS

(De La Caja de la Memoria, versión inédita, conjunta y ampliada de los poemarios Algario y La infancia en las hullas minerales).



NOCTURNO DE ACERÍA

Térmica noche sonora añil como un ángel en fuegos
cuando el acero y la luz se desnudan como espadas,
brotan estrellas caídas en el líquido de hierro
y todo parece mecido por una metálica mano.
Acería de insomnes,
nocturnas materias de fragua, es roja la sed y la vida
donde el fluir del crisol quema con ojos de arrabio.

MEDIODÍA EN EL PUENTE DE HIERRO
A DOS VOCES

Grúas, ingenios levitantes,
mareas con la honda espesura del cieno,
hierros de puente yuxtilíneos, yuxtapuestos,
roídos de intemperie.

Se dice que este muelle tuvo un vivo mar
con muchachos submarinos y limados por la arena,
alboradas en quietud,
pescadores con red y barcas como racimos.

Naves grises, grandes buques torrenciales,
engranajes como máquinas de guerra,
arboladuras a gritos,
laberintos de ruedas con ansia de aceites.

Algo de aquel tiempo oscila aún
cuando el sol reverbera antigüedad
y es enorme la alegría sobre el agua
semejando peces de oro.

Metalurgia, cañones de luz,
estaturas de anclas no imaginadas por mí,
explanadas de escoria caliente,
pulmones en llamas.

A qué morir se fueron los remeros,
los sonidos del mar, la náutica magia,
adónde el marino con rumbo a luceros
herido por tantos metales.

Se abren los hornos y el aire enloquece:
burbujas imán, nubes color salamandra,
vapor y gaviotas en giros nupciales
¡ah, del acero!
la nueva belleza que los hombres abrazan.

LAS BARCAS ROTAS

Descarnadas, semejando cartílagos, las barcas rotas;
una visión eremita por los arenales.

Vida tras vida
fueron la extensión humana de este pueblo,
herramienta para el vínculo entre el hombre y su mar;
humildes instrumentos compartieron
lunaciones, tormentas, el respirar poderoso,
en jornadas de peces aportaban canciones y con artes
y remos abarcaban fondos de vértigos fríos,
en días de suerte contraria sufrieron galernas,
fueron víctimas, conocieron la orfandad.

Demasiada historia hubo aquí,
demasiado ejercer las mareas.

Oscuramente
miro esos despojos que surcaron el pasado,
póstumas barcas corrompidas al sol, memoria de nadie,
gaviotas sin alma las usan, el lodo
ocupa sus vertientes
y sólo la luna recrea el idilio de entonces;
oscuramente las veo yacer
ante el fuego de hornos y yunques
que el hombre golpea en su actual desempeño.

Ellas, dura raíz
en común abandono a la espalda del mar,
esternones vencidos, cadáveres lentos
donde rompen sus olas los días del agua.

Copyright Daniel Vega, La Caja de la Memoria.